Un estudio del Centre for Child Mental Health de Londres ha resaltado la función del contacto físico entre padres e hijos, la importancia de abrazar y mimar a los niños desde que son bebés hasta que llegan a adultos.

La oxitocina es la hormona del amor. No sólo está presente en el cuerpo de la mujer embarazada o reciente mamá, sino que esa hormona acompaña a hombres y mujeres toda la vida. Y este estudio ha demostrado que el contacto físico y los abrazos activan la química cerebral del bienestar, la calma y la alegría, a corto y largo plazo.

Desde el nacimiento, los bebés, necesitan el contacto físico tanto como alimentarse. Utilizando portabebés, se consigue estar más cerca en uno del otro y ofrecer la seguridad que precisan.

Cuando van creciendo y necesitan más movimiento, se puede observar cómo muchos niños que están jugando, de repente van a buscan a sus padres para recibir un abrazo, una caricia…en definitiva para sentir que están presentes y volver a sentirse seguros.

Su tranquilidad y seguridad depende de cómo actuemos

El problema está cuando la infancia está marcada por el estrés. El niño gritado, castigado… experimenta miedo y rabia. Los límites son necesarios pero sin violencia.

Cuando el niño es «mal» tratado, la secreción de opioides y oxitocina pueden quedar bloqueadas en su cerebro y éste generará altos niveles de cortisol, adenalina y noradrenalina. Sustancias químicas que producen las glándulas adrenales en los momentos de estrés. A consecuencia de esto, el niño se puede sentir amenazado e inseguro.

Si por el contrario, se propicia al niño de experiencias tempranas de afecto, su cerebro se llenará de los opioides y la oxitocina y le harán sentir seguro, tranquilo y amado. Estos niños son capaces de disfrutar más del momento, de seguir adelante sin aferrarse a las situaciones, de moverse seguros y con una mayor autoestima y todo ello desemboca en que puedan ser más felices.

Para ello, hay que asegurarse de que queden cubiertas las necesidades de contacto físico reconfortante y consuelo. Así los abrazos y los mimos, los pequeños apretones afectuosos, masajes infantiles, dormir junto a papá y mamá pueden resultan tremendamente beneficiosos.

No hay que olvidar que  el cerebro de los niños mayores también se beneficia de los efectos del contacto físico, si se sigue la costumbre de mimarles hasta la adolescencia, habrá menos tensiones en la familia y la relación de confianza se conservará durante más tiempo.